La peor de ellas podría ser una actriz porno cotizada y, el resto, además de jóvenes y preciosas, tienen atractivo suficiente como para posar para el calendario Pirelli. Pero, en lugar de eso, prefieren ponerse en manos de un desconocido seductor japonés, enano y escuchimizado, que espontaneamente las aborda por la calle y con sus encantos las rinde a sus pies, presas del delirio, para dejarse hacer de todo por él. Claro, claro... ¿A quien no le ha pasado eso mismo?